El 3 de mayo de 2019 se publicó en un diario de gran circulación –por lo menos en la Ciudad de México– la conferencia que dictó en Monterrey la titular del Servicio de Administración Tributaria (SAT), Margarita Ríos Farjat, a la cual asistieron socios del Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas (IMEF) y, en donde el tema central fue la evasión fiscal y las causas relacionadas con ésta, algunas ya sabidas, otras por analizar y otras que aun cuando son conocidas desde hace mucho, no se ha hecho nada. Al menos es lo que se lee de los comentarios vertidos en dicha conferencia, los cuales son confirmados con los hechos hoy por hoy.
En ese tenor, y dada la trascendencia de lo que se comentó, me permitiré integrar varios de los argumentos vertidos a efecto de dar mi opinión por cuanto hace a tres de los puntos más relevantes que se ventilaron:
En México prevalece la cultura de no pagar impuestos
La titular del SAT comentó que no se tiene confianza en que se pueda acabar con la evasión fiscal en esta generación; según, porque prevalece la “cultura del no pago”, toda vez que se privilegia el incumplimiento y, “el que cumple es visto como un tonto”, por lo tanto, ya se está en pláticas con el Secretario de Educación Pública, para que se empiece a hablar desde el primer grado de primaria sobre pago de impuestos, dado que hoy día se hace hasta el quinto año escolar y que según ya es muy tarde.
Comentario
Mucho se habla de la “cultura del no pago”, pero considero que debemos de ponderar todos los elementos involucrados en la relación jurídica tributaria que nace entre el Estado y el gobernado, para así poder arribar a una conclusión que no justifique a ninguna de las partes. En ese sentido y, recordando a Jaques Rousseau a través de su pensamiento El hombre es bueno por naturaleza, pero la sociedad lo corrompe, que aterrizado al ámbito fiscal, el cuestionamiento sería: ¿el contribuyente nace evasor o se vuelve evasor?
A lo que me refiero es a que siempre el malo de la novela es el contribuyente, cuando en la relación tributaria intervienen éste y el Estado, este último necesariamente representado por funcionarios que muchas de las veces sustraen los dineros públicos para fines personales y no para ser utilizados de acuerdo a lo que mandata la Constitución Federal, es decir, para el gasto público –léase educación, salud, seguridad, infraestructura, entre otros–.
El cuestionamiento sería, ¿acaso el contribuyente se corrompe por los actos de los funcionarios públicos? Considero que la cultura del no pago necesariamente tiene que ver con las actitudes de aquellos funcionarios que son un lastre para el Estado y que repercuten de alguna manera con el comportamiento de los contribuyentes.
¿Qué pasaría si los recursos se aplicaran a un eficiente gasto público por el cual los contribuyentes se sintieran satisfechos por cuanto hace a necesidades básicas como la salud, educación y la seguridad? Yo creo que todos sabemos la respuesta, y aplicaría también la ley de otra celebridad que puntualizó: “A toda acción corresponde una reacción, en la misma intensidad pero en sentido inverso”.
Sin embargo, estamos en un país en donde la queja es que se adolece de buenos servicios de salud y educación, por lo tanto, algunos contribuyentes se encuentran ante la necesidad de pagarlos por su cuenta y por si fuera poco, las leyes fiscales les limitan los montos de la deducción en su declaración anual del impuesto sobre la renta, tanto de educación como de la salud. ¡Caray! Las políticas fiscales lejos de incentivar el cumplimiento espontáneo, lo único que generan es molestia en los contribuyentes.
Política púbica de la compensación universal
Se comentó también que la política pública de la compensación universal debió haberse cuidado para evitar que pasara lo que pasó, es decir, sirvió como un incentivo para las malas prácticas, traduciéndose en un crecimiento de la evasión fiscal a través de los factureros. Hay que aclarar que este término no es de hace tres años y que “todos sabíamos” qué estaba pasando y “todos nos lavábamos un poco las manos”. Se señaló que habían estudios sobre el problema, pero que no se hizo nada y, por tanto, tuvo que eliminarse el esquema de la compensación porque no existió la buena fe.
Comentario
Caray, los comentarios sí que fueron fuertes, sobre todo porque se reconoció que se sabía del mal, pero no se hizo nada, “ni tampoco se observa que se haga algo en contra de ello”. La pregunta es, ¿a quién le corresponde? Aquí sí coincido en que todos lo sabemos, lo que no sabemos es por qué no hacen nada. Al respecto, nos han vendido la idea de que las facturas electrónicas iban a coadyuvar las tareas de fiscalización[1] y lo único que se observa es que a la fecha no se ha hecho mucho para combatir la práctica dañina de la compraventa de facturas.
Avances en la facturación electrónica
Por último, se informa en el diario que la titular del SAT declaró que se está avanzando en la facturación electrónica, pues se cerró 2018 con 229 facturas por segundo, y en este momento ya son 240 y van en aumento.
Comentario
Lo único que podría cuestionar es, ¿eso es bueno o malo? Valdría la pena saber qué ha pasado con lo que se publicó en la Gaceta del Senado el día 18 de diciembre de 2018, en donde se exhorta al Jefe del Servicio de Administración Tributaria a que remita la relación de contribuyentes que simulan operaciones a través de la emisión de facturas, y en donde se señala textualmente en el Apartado III, cláusula décima “…las empresas fantasma, se calcula facturan operaciones inexistentes por más de dos billones de pesos, es decir, 70% de la recaudación prevista para 2018…”.
Conclusión
Dicho lo anterior, se puede arribar a las siguientes conclusiones:
- Si bien es cierto que el civismo fiscal a temprana edad es importante, igual de importante es que, no sólo se vigile y sancione a los contribuyentes que evaden, sino también a los funcionarios corruptos que quebrantan al Estado, contribuyendo de alguna manera a la cultura del no pago.
- La política fiscal por la cual se eliminó la compensación, afectó no sólo a los evasores, sino también a contribuyentes que sí contribuyen al Estado “pagando así justos por pecadores” y dándose un balazo en el pie.
- No sé si la facturación electrónica ha coadyuvado a las tareas de fiscalización, pero sí se sabe que ha contribuido a un saqueo a las arcas del erario federal, tal es el dato del año 2018 señalado con antelación. Otro cuestionamiento es, ¿qué está pasando con las facturas apócrifas que le venden al Estado? Si éste no necesita deducir ni acreditar impuestos, para qué sirvió el artículo 69-B del Código Fiscal de la Federación, si el que las vende simple y sencillamente cierra la cortina y se va.
Por Dr. José Padilla Hernández, Socio de Impuestos, RR&A
[1]. La tasa de evasión fiscal en México representó 2.6 por ciento del PIB en 2016, lo que significó que el gobierno no recaudó alrededor de 510 mil millones de pesos, resaltó el senador Samuel García, del Grupo Parlamentario de Movimiento Ciudadano. Dijo que el país está ante un muy grave problema, ya que existe una amplia red de vendedores y compradores de facturas. Por lo que presentó una iniciativa para reformar la Ley del Impuesto sobre la Renta, la Ley del Impuesto al Valor Agregado y el Código Fiscal de la Federación, para combatir la compraventa de comprobantes fiscales que amparan operaciones simuladas o inexistentes.
http://comunicacion.senado.gob.mx/index.php/informacion/boletines/42017-presentan-iniciativa-para-combatir-evasion-fiscal-con-compra-venta-de-facturas.html